La narrativa identitaria
- Francisco Escudero
- 5 jun
- 4 Min. de lectura
Lo que te cuesta cuestionar de ti mismo

Todos necesitamos construir narrativas para sobrevivir. Las narrativas nos permiten entender cómo funciona el mundo. Por ejemplo, los perros ladran si ven un desconocido acercarse, quien trabaja puede conseguir dinero, y un buen desayuno te permite tener altos niveles de azúcar en sangre por la mañana.
Estas son narrativas cotidianas. Es evidente que las narrativas cambian a lo largo de la vida. No pensamos lo mismo sobre el mundo cuando éramos niños que cuando nos hacemos adultos. Si tienes dudas sobre esto, revisa la carta que escribiste a los Reyes Magos cuando eras niño.
Te propongo que dividamos las narrativas en dos grandes grupos: las narrativas no identitarias y las narrativas identitarias.
Las narrativas identitarias son todas aquellas definiciones que he formulado sobre mí mismo, lo que sustenta mi "yo", mi identidad y personalidad. Ejemplos de narrativas identitarias serían: "soy un hombre", "soy una mujer", "soy alto", "soy extrovertido", "soy cristiano" o "soy ateo".
Todos necesitamos narrativas identitarias, pero estas pueden causar problemas cuando se vuelven demasiado prominentes. Es decir, cuando la proporción de narrativas identitarias pasa de ser pequeña a ser demasiado grande.
Una peculiaridad de las narrativas identitarias es que cambian muy lentamente a lo largo de nuestra vida y son relativamente cerradas, ya que tienen un carácter defensivo y las sentimos como vitales y necesarias para nuestra supervivencia. Cuestionarlas puede conllevar una sensación de desintegración de nuestra personalidad o de todo aquello que da sentido a nuestro "yo". Esto hace, lógicamente, que tengamos menos capacidad crítica y reflexiva hacia estas narrativas, y menos flexibilidad a la hora de modificar o cuestionar los esquemas que las sustentan.
Cuestionar la identidad de alguien puede ser como intentar mover un elefante con un palo. Basta con imaginarte convenciendo a alguien del Betis para que se haga del Sevilla F.C. Inténtalo. Te ánimo.
Pero el problema no es tener identidad, sino cuando dicha identidad nos empapa demasiado y nos impide tener una visión realista de las cosas, cuando nos engarrota e impide dilucidar nuestra realidad, reconocer las obviedades o dejar de negar la evidencia.
Pongamos el ejemplo de una persona cuya identidad está construida sobre la base del esfuerzo, la meritocracia y el reconocimiento profesional. Esta persona puede deprimirse y desorientarse al jubilarse o al no poder trabajar por una lesión. Para ella, quitarle el trabajo es como extirparle una parte de sí misma. Otro ejemplo es el de alguien que ha estado toda su vida en pareja. Esta persona puede tener dificultades para generar una nueva identidad como soltero al divorciarse a los 50 años.
Esto es normal, ya que estar en pareja ha sido una parte definitoria de su personalidad. Durante la relación, esta persona podría tener una mayor tendencia a la dependencia emocional o a la complacencia para evitar conflictos que pongan en peligro la relación. Tiene sentido, porque yo no “estoy emparejado” sino que “soy” un emparejado. Es parte cardinal de mi “yo”.
Una persona con exceso de narrativa identitaria puede llegar al fanatismo. Un ejemplo extremo es Eva Braun, la mujer del señor austriaco vegetariano, que no veló en alternativas antes de suicidarse con sus hijos y admitir la idea de vivir en un mundo que no fuera nacionalsocialista.
También puede suceder que una narrativa identitaria compense una carencia personal. Alguien con baja autoestima o que se siente poco inteligente puede aferrarse a una narrativa, como el “ser terraplanista”, para elevar su autoestima. Pensar que la Tierra es plana puede ser una manera de autoensalzarse y valorarse a sí mismo: "El problema son los demás que no ven la realidad, el problema es el método científico que es burdo y engañoso". La pregunta pertinente aquí puede ser: ¿Eres terraplanista por los fundamentos que soportan dicha teoría o por el sentido vital y existencial que te otorga dicha identidad?
Si una nueva identidad tiene la función de regular mi malestar o elevar mi autoestima, tendré mucha más adherencia a esa identidad y más dificultad para cuestionarla, como sucede con los miembros de sectas. Muchas narrativas identitarias también pueden satisfacer la necesidad de pertenecer a un grupo. Esto es especialmente útil para los políticos, quienes estrechan la identidad de muchos ciudadanos en sus marcos identitarios para conseguir votos y aprobación.
Las narrativas identitarias están detrás de muchos problemas psicológicos, como la adicción y la depresión, así como de muchas crisis vitales personales. Es crucial ser consciente de nuestra necesidad de proteger nuestra identidad, pero también es importante evitar la rigidez excesiva. Valorar la práctica del autocuestionamiento y revisar nuestros esquemas identitarios puede ayudarnos a crecer como personas y a madurar psicológicamente.
Si hacerte preguntas sobre ti mismo es algo que te escuece. Ahí puede haber una buena entrada para encontrar luz al final del túnel.
Si necesitas ayuda psicológica, no dudes en contactarnos. Estamos en el Centro de Bienestar Emocional (Bormujos) y también ofrecemos consulta online. Cualquier cuestión, puedes escribirme por privado
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Francisco Escudero
5-6-25
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